martes, 7 de julio de 2015

Entre ñapas y cuentas o piperos (I).

Así nació El Vigía                                                                                                                                  José Ramón Contreras.
 asinacioelvigia15@bloqspot.com    
                                                   
                                             Entre ñapas y cuentas o piperos (I).


Corrían las décadas de los años 30 y 40 y en la Aldea El Vigía se instalaban las primeras bodegas o “gatos” como se les conocía a este tipo de incipiente comercio, los padres enviaban a sus hijos a comprar algunos productos de primera necesidad que allí se expendían y, los propietarios de las mismas para entusiasmar a tan infantil clientela, les proporcionaban una regalía o ñapa, como para ese entonces se le conocía a esta especie de dádiva, que ya era utilizada en algunos países, como por ejemplo,  México. Por ello, era muy normal que el muchachito le dijera al bodeguero: “hey, y la ñapita qué” a lo que, el también pequeño comerciante le correspondía, regalándole un “coquito”, dulce cruzado con coco cubierto en papel transparente. De ésta manera,  el muchacho regresaría a la misma bodeguita, las veces que su mamá le enviase a efectuar cualquier compra. Para esas fechas aparecieron los primeros establecimientos de esta naturaleza, me refiero a las bodegas de Olinto Vera y Rafael Baptista en la calle El Comercio, hoy final de la Avenida 15 Bicentenario; la “taguara” de Simón “el Cura” Monsalve en la calle 2 del sector El Tamarindo; La bodega de Zapata en la calle 3, frente al Centro Comercial Don Tuto y la bodega de Manuel “el sordo” Rondón de la calle 3 vía al Cementerio viejo, del sector El Guaimaral. Para ese entonces, se compraba utilizando monedas de baja circulación, me refiero a la “puya” de 0,05 centavos, la” locha” de 0,12 céntimos, el “medio de 0,25, el “real” de 0,50 céntimos,  la moneda de 2,50 o cinco reales y el fuerte que valía 5 bolívares. Por ello, era normal adquirir, por ejemplo: una locha de “papelón” o panela, con un real, se podía comprar un vaso de Vitamina, en la choza de María Eulalia “ viuda” de Ramírez por un real ó 0.50 céntimos, se compraba un kilo de azúcar por un medio 0,25, con un real un quilo de queso duro del llamado “concha negra” y con 1,50 se adquiría un kilo de pescado de cuero, salado, traído de los puertos fluviales de Santa Elena de Caño Zancudo,  de Santa Rosa del Chivo, o de Puerto Concha en el municipio Colón del Zulia. En las “pesas” o expendios de carne, no existían las modernas máquinas o sierras para cortar los huesos de res o de cochino, los carniceros de ese entonces utilizaban las afiladas hachas con mango corto de madera, colocando las costillas o patas del ganado encima de rolos de árboles, para así, picar los trozos. Para ese entonces, existían pocos establecimientos comerciales de este tipo, me refiero a la Pesa de don Pausolino Calderón,  la Pesa del señor Rosales, la pesa de Juan “cuchara” Montilva y la de Candelario Ferreira. Un kilo de lomo o solomo, se adquiría por cinco reales o 2,50, la costilla costaba 0, 50 o un real, las vísceras o azadura (hígado, chinchurria, corazón, riñón y pajarilla) valía 0,25 o lo que equivalía a un medio, la cabeza, las patas, el hueso blanco y el bofe se lo regalaban al cliente y la parte conocida como el “mondongo” de la res (tripa, librillo y cayo) costaba 0,25 céntimos o medio. Parodiando al colega Oscas Yanes, podríamos inferir también: “Así son las cosas”.

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